sábado, 27 de junio de 2015

Por el bien de las generaciones futuras, hay que replantearse una democracia humilde, sin insultos, agravios, humillaciones y listas negras



En Carboneras no existe debate político, existe la política de la demonización, del insulto, del agravio, de la humillación, de la compra de voluntades, y de palmeros aprovechados que se pasan de un partido a otro sin escrúpulos y con teatro. Votamos para expresarnos con respeto sobre un conflicto, una idea, un proyecto y no para que los políticos de guardarropía (que aparentan lo que en realidad no es) se repartan los despojos, mientras los conflictos se enquistan; y lo peor se transmite de generación en generación el odio, la venganza y la rabia.

Nunca he militado en ninguna organización política, y tengo claro que la política que yo quiero es una labor modesta, equilibrada y esforzada por los intereses de un pueblo y no por el interés de un grupo, jugando sucio y teniendo listas negras por pensar de otra manera o criticar lo que entendieron que no se hizo bien.

Veo con cierto estupor como algunos que antes militaban en otros partidos se creen que la política moderna es como el Juego de Tronos, cosa que me parece una tontada suprema, porque este hecho sólo demuestra que por el interés te quiero Andrés. Y luego se rasgan las vestiduras cuando todos sabemos de qué pié cojean.

La democracia es un ejercicio de pactos y consensos que exige alcanzar cierta concordia, y sobre todo tolerancia y educación. No es de recibo escuchar en la calle o en el salón de plenos verdaderos insultos, denigrantes. Esta cultura tiene que empezar a cambiar y sólo depende de cada uno de nosotros.

Convivir en un pueblo como Carboneras, donde todos nos reconocemos, donde todos sabemos donde vamos, donde todos sabemos quien es quien, habría que empezar a replantearse una democracia humilde, para aquellos políticos que aspiran a ser servidores de la colectividad y no de unos pequeños miserables y deshonestos.

No alcanzo a entender cómo alguién es capaz de abandonar y condenar a la peor de las agonías a su amigo más leal, más desinteresado, más noble. Hay que hacer una reflexión para saber qué queremos ser de mayores. Carboneras es algo más que 10 letras que se unen para conjugar el verbo pasión por un pueblo, es un macroproyecto que se tendrían que planificar para saber dónde se quiere estar dentro de 50 años, con políticas de turismo y promoción, de creación de empleo, de promoción comercial, de educación, de sanidad... y... no ir a salto de mata improvisando y llenando el baúl de fiestas, en vez de rendir cuentas. Se practica en Alemania, EEUU, Reino Unido, Holanda, Países Escandinavos... porque existe la obligación de explicar los actos y los gastos. En este tipo de países se aceptan los errores, sobre todo si se explican bien, lo que no se tolera es la mentira, que es el primer síntoma de la corrupción.

Sólo basta asomarse al facebook para ver como se incendian los ánimos. Aún no ha echado a andar la legislatura y el debate está servido por una bandera blanca, que Carboneras desde hace muchos años recibe. Lo que tienen que tener claro todos los nuevos concejales y el alcalde es que para tener la verdadera bandera que merece Carboneras, hay que trabajar por mantener las calles limpias, ordenadas, ser ejemplo de educación, cultura, sanidad, playas, industrias, puerto.

Como decía Saramago, finalmente se llega a un punto en el que solo nos queda la esperanza, pero atención a los zurcidos que se descosen cuando la realidad reaparece tras tanto cambio y canje.

Espero que el Ayuntamiento copie la idea de otros pueblos y empiece a colgar también la bandera del orgullo gay. Sobreviviré. Me voy a la playa.






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