domingo, 18 de diciembre de 2016

Dónde estará mi carro, dónde estarán mis contenedores... vaya panda cada día se acuerdan de él, no de Manolo, si no de Cristóbal



Me llama poderosamente la atención la obsesión que tiene el clan del Ariel, el equipo de Gobierno carbonero, con el exalcalde Cristóbal Fernández. Con las auditorias que han hecho, con las barridas que han realizado, a lo largo de todos los años que llevan ya desgobernando algunos problemas de Carboneras, ahora se acuerdan de unos contenedores. Claro ante la tempestad de juicios que se les avecina, sacan de las arcas municipales, ésas que están subsanando, eso dicen ellos, la desaparición de unos contenedores de la basura. Casi como si fueran Manolo Escobar se acuerdan de su carro, ¿dónde estarán mis contenedores? ¿Dónde quieran que estén, mis contenedores son míos?. 

El escrito, consultado por Europa Press, interesa además que se llame a declarar a los denunciados, al ex alcalde y a un representante de la empresa Cespa y que también se cite como testigos al secretario-interventor del Ayuntamiento de Carboneras y del consorcio de basuras, al exconcejal de Hacienda Francisco Ruiz y al gerente del Consorcio del Sector II de tratamientos de residuos, con el fin de dilucidar los hechos denunciados.

Según el denunciante, el Ayuntamiento contrató con la mercantil Cespa la adquisición de 153 contenedores de basura. Ahora se acuerdan de buscarlos, de encontrar los albaranes... menudo trabajo tienen. Nuestro alcalde se ha convertido en el inspector Gachet. Sorprende como un hombre que dejó hace ya muchos años el Ayuntamiento, sigue suscitando tanto amores y odios entre sus adversarios políticos. Mira que eres bueno Cristóbal. Ellos nunca te olvidan.




No me gusta que me mientan: los que aniquilan los sueños del Simón Fuentes



Al igual que a los niños no le gustan que le mientan, a los mayores nos sucede algo similar. Me da una pena terrible ver la explanada de un destruido Simón Fuentes que albergó los sueños de miles de niños carboneros que pasaron por sus aulas. Que levante la mano a quien no le da cierto vértigo en el estómago cuando se acerca a las inmediaciones de este antiguo colegio. Casi al ser un edificio histórico por el significado que ha tenido para todos los carboneros, podría haberse denominado patrimonio de los carboneros, podrían haber tenido la delicadeza de haber realizado una consulta de qué se quiere albergar allí en un lugar en el que podrían instalar una estatua dedicada al maestro, ese persona que desde su mesa debe entusiasmar y motivar al alumno, todo lo contrario a lo que han hecho nuestros gobernantes aniquilando por completo todo el edificio.

Hay un lugar donde las etiquetas no existen, donde los niños y niñas son diferentes y se sienten diferentes, porque saben que es la mejor manera de aprender: mirando al otro, compartiendo lo que tienes y sintiéndote libre. La diversidad es un regalo. En ese lugar la palabra «inclusión» no existe, porque no es necesaria; no existe el término «discapacidad», porque todos son capaces. No existen paredes, no existen materias, no existe «no me lleves al cole».
_Tú te sorprendes con el comportamiento de estos niños de siete años. Yo también me sorprendo, pero lo que me sorprende aún más es que otros niños no crean en sus posibilidades. Les educan en el pensamiento único, pregunta-respuesta, y lo que se sale de ese marco no sirve.
_A veces venían cincuenta personas a pedir trabajo y les preguntábamos cómo eran de niños, y nos contaban unos currículums… Y Juan volvía a la pregunta: «¿Cómo eras de niño?».
_La burocracia está matando al pobre maestro, ¡pero si me está pasando a mí constantemente! Las necesidades del niño deberían ser lo primero, y lo que están consiguiendo es perjudicar a la infancia. Vienen aquí y me dicen: «Papeles, papeles, papeles». Y les contesto: «No. Te vas a sentar y vas a observar a los niños. Cuando estés un rato con ellos, entonces hablaremos».
Teresa, Directora de O Pelouro
(Fragmentos del libro Las escuelas que cambian el mundo).



La magia de San Antonio de Padua de la mano de Clemente Gerez




Y nuestro San Antonio ya está restaurado. La mano que ha retocado a nuestro Patrón, ese del que tantas veces nos acordamos al año y por el que suspiramos el día 12 y 13 de junio, ha sido Clemente Gerez.
Un maestro de la luz que con el toque de su espátula ha dejado a San Antonio con una nueva expresión en su cara. Esa luz que más que luz es una chispa, que ha alegrado su mirada, con su niño en brazos.
Clemente Gerez, a pesar de no dedicarse a la restauración, ya que destaca por sus dotes de pintor, aceptó este reto de forma altruista. La magia del pincel del artista ha obrado ese milagro de darle alma a nuestro San Antonio.