lunes, 4 de mayo de 2015

Empresarios en positivo: se tienen que quedar en Carboneras

¿Es que no hay empresas en Carboneras para contratar los servicios? ¿Es que no hay familias del pueblo, hijos de pueblo que puedan trabajar en sus propias empresas para crear puestos de trabajo? Pues veo a dos partidos que nos devuelven la ilusión, el PSOE y Somos Carboneras, que defienden que dejen de dar el trabajo a empresas de fuera y que se quede aquí para todos los carboneros, con familias que lo necesitan y mucho., y con muchos de sus hijos y padres en el paro. Los empresarios de Carboneras son buena gente, personas que piensan en positivo y quieren a su pueblo. Esto es orgullo carbonero, apostar por mi gente y por sus familias.
Las personas cambian cuando se dan cuenta del potencial que tienen para cambiar lo que no es correcto, los que tratan de engañar, los que no nos tratan a todos por igual, los que quieren ganar de penalti y con la mano, si es necesario; los que nos tratan con prepotencia y como si no nos importante Carboneras, donde queremos vivir y donde quiero que viva mi hijo. Así somos los carboneros, nos duele el corazón, cuando nos desilusionan.

Con el pan no se juega, el impuesto se paga bien caro. La culpa fue del cha, cha, cha

Con el pan no se juega y el impuesto se paga bien caro. A este paso los Salvadores se quedan solos con su milagro de los panes y los peces, no le han dejado ni un euro en el bolsillo a los carboneros, subiendo los impuestos, venga a pagar, venga a pagar, y si criticas, eres malo o no eres de los suyos.

Y tan contentos que están, porque tienen dinero para fiestas, por mar, por cielo o por el aire. Todo se celebra, madre mía, con un estribillo: la culpa fue de los que no estuvieron, la culpa fue del cha, cha, cha.


Dice mi abuela, "hijico quitarmelos ya del medio, que me van a dejar sin mi paguica, ay si tu abuelo levantara la cabeza". Y no le falta razón a la madre de mi madre que me parió, una de las mujeres más grande, más valientes, más luchadoras que nació en Carboneras.

Es una hartura. Una hartura que ya no se digiere más, salvo que te tomes un buen limón con bicarbonato. Mi abuela lo llamaba empacho. ¡El día menos pensado vas a morirte!, me dice la pobre con tanto Salvador junto. Y yo no se lo tengo en cuenta. Un mal deseo solo es pecado, nunca un delito. Aunque mi abuela tiene claro que éstos ya no se pasean más los jueves por el mercadico con su voto.