lunes, 13 de julio de 2015

En su corazón siempre guardó Carboneras, el cine como reclamo turístico



El hombre que surgía de la inmesidad del desierto de Lawrence de Arabia y la mirada del eterno dandy, doctor Zhivago, al que amó Hollywood nos dijo adiós para siempre hace unos días. Que acierto tuvo el Ayuntamiento cuando en 2012 invitó a Omar Sharif, con motivo del 50 aniversario del rodaje en sus playas de la mítica y laureada Lawrence de Arabia, para que los carboneros rindieran un pequeño homenaje a este hombre que guardaba, sin duda alguna en su corazón, el nombre de Carboneras como su mejor sueño en Aqaba. Y es que nuestro paraíso alumbró el nacimiento de uno de los mejores actores de todos los tiempos. En el hotel El Dorado está la muestra. En la retina de hombres y mujeres de Carboneras que tuvieron la oportunidad de hacer de extras en las películas está la mejor cinta en blanco y negro.

Había tres leyendas que rodeaban al actor egipcio Omar Sharif: su buena mano con las mujeres, sus cabreos enloquecidos y que sus días empezaban al mediodía. Todas eran ciertos, y todas bien visibles. También sus gustos refinados, su apostura y su pasión por el bridge (llegó a perder hasta en una noche un millón de dólares).

En Carboneras, se le veía ya cansado, quizás triste, ya preso de los primeros tiros del alzeimer a su memoria de un galán que siempre fue extrovertido y alegre, aunque también díscolo y combativo.

Se emocionó en ocasiones al ver las fotos del recuerdo. Y así lo dejó dicho: Sin Almería no existiría Omar Sharif, aquí he nacido para el cine porque aquí rodé mi primera gran película, Lawrence de Arabia, y guardo todo el amor de este sitio. Después, todo fue mejor y ahora estoy feliz, pero viejo. Es el pueblo que me vio nacer como actor porque aquí fue donde realmente me hice famoso. Sin la oportunidad de David Lean y sin el enclave único que es Carboneras, yo no sería hoy quien soy.

Cuando el actor hizo amago de salir del coche oficial, los carboneros empezamos a aplaudir. Parecía el viejo cine. Parecía que el reloj se detuvo allí, y él, con ese pelo plateado y mirada penetrante, levantó sus brazos y saludó como un auténtico galán. Quizás su memoria se perdió, pero su corazón volvió a Aqaba y en Carboneras se quedó para siempre.

Y así tendrían que pensar en hacer en nuestro pueblo, un museo del cine, con la proyección de imágenes y recolección de anécdotas antes que la memoria se apague para siempre de los que llegaron a vivir experiencias como Los tres mosqueteros, Nicolás y Alexandra, Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago...




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