Son muy pocos los hombres llamados a marcar una época, a dejar una
huella impecable y son menos aún los que han logrado dejar un legado tan vivo
en nuestro pueblo o en nuestro país. Carboneras necesita en estos momentos un “Adolfo
Suárez”, un hombre capaz de restaurar la ética en la política y hacer
realidad una idea de Carboneras basada en la concordia y el progreso.
La vida siempre te da dos opciones: la cómoda y
la difícil. Cuando dudes elige siempre la difícil, porque así siempre estarás
seguro de que no ha sido la comodidad la que ha elegido por ti.
Así pensaba él y así como presidente del Gobierno antepuso los
intereses generales de un país a los suyos propios y logró ser un verdadero
gobernante para todos los españoles. Su influencia determinante en la Transición
y en la Constitución de 1978, así como su firmeza inquebrantable frente a los
enemigos de la libertad sirvió para asentar con solidez las bases de la época
de mayor progreso que nunca ha conocido nuestro país.
Y así es. Carboneras atraviesa una coyuntura política cargada de
incertidumbre, y una situación económica preocupante, con tasas de paro muy
altas y con una incidencia muy fuerte en la población juvenil. Yo no lo digo,
lo dejo claro el 24-M y la realidad.
Sin embargo, el sentido común y la coherencia deberían ser unos
protagonistas para encontrar salidas ante lo que tantos ven como un negro
callejón. Gobernar no es sinónimo de que me das y que te doy. No es ser comparsa de nadie. No es un
intercambio de cromos ni de sillones ni tan siquiera de cheques en blanco tan
hartos que está la sociedad española. Se podrían poner decenas de ejemplos de corrupción
y de todos los colores políticos. No es una caza de brujas. No es clientelismo
político. No es ser el rodillo o la muletilla de unos pocos y la negación de
los que no son míos. No son odios ni venganzas.
Faltan pocos días para que Carboneras tenga el mismo alcalde o uno
nuevo. Y la llave de la ilusión de una nueva regeneración de nuestro pueblo la
pueden tener varias personas, de uno o varios partidos, sírvanse ustedes mismos,
que tendrán que decidir qué es lo que quieren hacer, y si repetir algún error
que su partido ya cometió en los últimos años y le llevó a una situación de dificultad
el 24-M y acabar haciendo de sus siglas un partido sin capacidad de alternativa
de gobierno y en vías de desaparición tras un nuevo traspiés y tropezón.
O si lo que quieren o lo que deben hacer es pensar esto muy bien, evaluar la situación,
respetar la voz de los ciudadanos porque siempre le podrán decir a sus hijos y
nietos, yo conseguí cerrar heridas, borrar cicatrices, restaurar nuevos valores
y devolver a Carboneras al curso de su historia abriéndole las puertas de
nuevos y grandes proyectos. Y voy a ir con la cabeza bien alta, con honradez y humildad.
Un político no puede ser un hombre frío. Su
primera obligación es no convertirse en un autómata. Tiene que recordar que
cada una de sus decisiones afecta a seres humanos. A unos beneficia y a otros
perjudica. Y debe recordar siempre a los perjudicados.
El presidente Suárez nos enseñó a todos que, incluso en los momentos
más difíciles, no hay aspiración que no esté al alcance de nuestro esfuerzo
solidario. Nada de ello hubiera sido posible sin las herramientas de la gran
política: su espíritu de consenso y de diálogo, su capacidad para el pacto.
Es urgente forjar una Carboneras donde las diferencias, lejos de causar
incompatibilidades, puedan unirse para fortalecer el pueblo que todos queremos.
Nuestros hijos tienen que crecer en un nuevo escenario, de positivismo, de apertura
y de oportunidades de futuro.
Navegar sin naufragar por el mundo requiere una brújula. Porque no
basta con querer: hay que implicarse y mojarse; no basta con oír: hay que
escuchar atentamente; no basta con llorar: hay que aprender a superar el dolor.
No basta con intentar resolver los problemas: hay que cooperar y buscar puntos
de unión. Y sobre todo, dar utilidad a la política, como un deber de todos.