Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
Decía en su Poema Itaca de Kavafis. Y eso es lo que pensé ayer cuando facebook sorprendía a muchos carboneros con la muerte de una gran maestra, María del Mar.
Díficil de olvidar a una gran persona, pero más emotivo ver las numerosas condolencias llenas de amor de alumnos y familias al despedir a una mujer extraordinaria.
En el abecedario de una excelente profesional dedicada a la enseñanza, estaba en respetar al niño, trabajar con un pequeño era tocar el punto más delicado y vital, donde todo puede decidirse y renovarse, donde todo está lleno de vida, donde se hallan encerrados los secretos del alma, por ahí se elabora la educación del hombre del mañana. Eso pensaba y predicaba María Montessori, médica y educadora italiana. María del Mar era pura pasión, repleta de grandes dosis de magia para nuestros niños carboneros que tuvieron la gran oportunidad de ser guiados por ella.
Todos los niños, todos los adolescentes tienen la necesidad de sentirse queridos, pero el anhelo de María del Mar era que fueran escuchados, que se sintiera útiles, sin exclusión, en plena igualdad para todos.
Y así lo hizo desde que llegó a Carboneras allá a principios de la década de los 90 al Colegio Público Simón Fuentes. Era una de las pocas maestras logopedas graduadas. Hizo su carrera en Madrid, recién casada con Carlos Gómez, a los 20 años.
Carboneras la enamoró. Carboneras le conquistó ese alma tan infantil que tenía para dejar huella en aquellas personas que se encontraba en el camino. Una gran conversadora y amante que transmite, que da energía, que suma, que no se queja porque la vida es vivir.
En Carboneras, encontró ese lugar de ensueño, de paz; la misma que ella transmitía a sus alumnos y a sus padres. Amiga infinita de sus compañeros, de sus amigos; siempre las puertas de su casa estaban abiertas para todos.
Para Francesco Tonucci, sólo los buenos maestros podrán salvar la escuela. María del Mar era no sólo firme defensora de dar voz a los niños, sino la escuela para ella aquel lugar en la que todos deben conocerse a sí mismos y desarrollarse. Su gran calidad humana le llevó a estar muy sensibilizada con el alumnado de necesidades educativas especiales.
Las personas que tuvieron la oportunidad de convivir con ella, de trabajar a su lado, sabían que ante un conflicto, siempre estaban los consejos repletos de sabiduría de María del Mar. Transmitía orden, paz, empatía, compenetración. Si esto lo ponía en las aulas, en los despachos, en su casa también ha dejado un gran hueco que sólo se llenará con sus recuerdos inolvidables por vivir siempre pendiente de sus padres y de sus hermanos, sobre todo, de su hermano Ignacio.
Era una gran enamorada del mundo, y sobre todo, del inglés; una gran palanca que le permitió conocer a una familia norteamericana, a la que encomendaba la gran misión para sus hijos de aprender el idioma de William Shakespeare.
Su bondad se desbordaba y ayudaba a mucha gente de forma totalmente anónima. María del Mar ha dejado una gran ausencia en nuestro pueblo, pero también una buena enseñanza con los que tuvieron la oportunidad de encontrarse con ella en el camino. Carboneras estaba en su corazón por encima de todo, pero los carboneros lo saben y han llorado su muerte.
“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.” (Jose Luis Borges) La muerte y vida son dos caras de una misma moneda, pero duele tanto, que con lágrimas en losojos y nudos en las garganta te decimos hasta siempre María del Mar. Como dice Carmen Zamora en su bonito homenaje estamos seguros que si existe Dios estarás a su lado derecho. Hasta siempre maestra.