Pascual se lo traga todo. Pero lo que es peor es como un gran souflé o como un globo de feria, se irrita, se infla, proclama contra Dios y los suyos, ese Clan que le tiene tomado el pulso; y luego se desinfla. La pérdida de las banderas azules es una prueba más de la ineficacia de un equipo de Gobierno que no quiere a Carboneras. Menos mal Pascual que la bandera azul se queda donde arrachabas las olas desde pequeño, ese Lancón que enamora a todos los carboneros, bueno menos a los coconeros que siempre han entrado en conflicto con los lanconeros. O no te acuerdas cuando de pequeños se jugaban los partidos de fútbol, El Lancón contra los Barquicos y los Cocones. El alcalde es de los Barquicos, y por eso quizás le encanta instalar los cacharricos de la fiesta de San Antonio en su barrio, sin importarle el medio ambiente, sin importarle el ruido que comete contra los vecinos, sin importarle que hasta el mero de la Isla se solivianta ante tanta desgana y dejadez de un equipo de Gobierno que no da al derecho.
Pero Pascual traga que traga. Recuerdo su gran pataleta con la gestión nefasta del aparcamiento de los muertos y otros quehaceres de un equipo de Gobierno que se está convirtiendo por derecho propio en la casa de los líos. Recuerdo las patadas que pegó ante una crónica que escribieron en un periódico comarcal donde le llamaban directamente "capullo". ¡Qué falta de humildad y descaro! Creo que sólo atizan para celebrar fiestas y entregar equipaciones a todos los equipos del pueblo, y dar de beber y comer en el holding de la calle Sorbas a todos los invitados del Ayuntamiento. Se creen que con una camiseta y un chandal compran la voluntad de los hijos de Carboneras que ven como su pueblo se queda atrás en la provincia de Almería en gestión y en proyectos.
Y aquí Pascual, amigo mío, tu eres tan cómplice como ellos. Porque diste tu voto a un partido que hizo la cama a los votantes del Partido Popular que vivieron el mayor descalabro en las urnas en las pasadas elecciones municipales. Pascual la política no es un juego, ni tan siquiera un pacto de intereses, es algo más serio: es redescubrir la esperanza y la confianza como dijo la noche del domingo Macron.
Pero Carboneras, ni esperanza ni confianza, más bien todo lo contrario. Poquito a poco se van perdiendo todos los derechos, los proyectos, las ilusiones y los sueños de los carboneros. Esta noche si que me duele a mi Pascual el orgullo carbonero.