Adiós julio, que te den, menudo bochorno que nos has hecho pasar. Agosto, por favor, un poquito de tregua. Las vacaciones, de las que muchos disfrutáis, habéis disfrutado o estáis a punto de hacerlo durante estos días son una época estupenda para prestar un poquito más de atención a nuestros tesoros, nuestros seres queridos.
Haciendo castillos de arena, hablando en la calle con nuestros padres y vecinos, quedar por la noche sin importarnos el reloj con nuestros amigos tapeando por Carboneras o acercarse a la Casa de la Música o al Castillo a relajarse y alimentarse con música o teatro. No dejéis de ir esta noche al concierto de la Kammerphilharmonie Köln. Un programa de lujo para ilusionar, enamorar. La música puede ser la mejor escuela para la vida, y al mismo tiempo, el instrumento más eficaz para escapar de ella, la mejor expresión de la existencia humana. Esta noche sonarán Bach, Puccini, Paganini, Vivaldi…
Un repertorio de selectas obras. El arte de la música es el que más cercano se halla de las lágrimas y los recuerdos. Por hacer una crítica, quizás el precio alto para ser un pueblo, pero esta mezcla promete una diversidad al más alto nivel para los amantes de la música clásica. La Orquesta de Cámara Filarmonia de Colonia siempre se encuentra en casa donde quiera que esté. Su meta, llevar las notas musicales a cualquier rincón del mundo. En Carboneras ya existe tradición musical. Su banda de música ha dejado huella, al igual el calor y la pasión que desprendió anoche el bailaor Jesús Fernández. El espectáculo “Ataduras” se convirtió en una reflexión en voz alta y planteada en clave de humor sobre las emociones o estados de ánimo que asaltan, muchas dominan e impiden expresarse, a la persona que decide dedicarse a ejercer una actividad artística.
El arte es libertad.
Y para empezar agosto os dejo esta carta que me encantó, ganadora de un concurso sobre el amor:
“Querida Julia:
Te escribo ahora, mientras duermes, por si mañana ya no fuera yo el que amanece a tu lado. En estos viajes de ida y vuelta cada vez paso más tiempo al otro lado y en uno de ellos, ¿quién sabe?, temo que ya no habrá regreso.
Por si mañana ya no soy capaz de entender esto que me ocurre. Por si mañana ya no puedo decirte cómo admiro y valoro tu entereza, este empeño tuyo por estar a mi lado, tratando de hacerme feliz a pesar de todo, como siempre.
Por si mañana ya no fuera consciente de lo que haces. Cuando colocas papelitos en cada puerta para que no confunda la cocina con el baño; cuando consigues que acabemos riéndonos después de ponerme los zapatos sin calcetines; cuando te empeñas en mantener viva la conversación aunque yo me pierda en cada frase; cuando te acercas disimuladamente y me susurras al oído el nombre de uno de nuestros nietos; cuando respondes con ternura a estos arranques míos de ira que me asaltan, como si algo en mi interior se rebelase contra este destino que me atrapa.
Por esas y por tantas cosas. Por si mañana no recuerdo tu nombre, o el mío.
Por si mañana ya no pudiera darte las gracias. Por si mañana, Julia, no fuera capaz de decirte, aunque sea una última vez, que te quiero.
Tuyo siempre
T.A.M.R.”.
(Carta ganadora del III Concurso de Cartas de Amor de Cobisa (Toledo). Año 2014. Autor: Jesús Espada)
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