Lástima de nuestras chumberas. Uno de los emblemas e iconos del Parque Natural de Cabo de Gata son las hileras de chumberas. Están enfermas y pocos gritos de ecologistas y políticos se escuchan en su defensa. Como no tiene sabor a ladrillo ni bocado con sabor a euros, casi nadie se preocupa de ellas. En uno de mis viajes, tuve la oportunidad de pasar unos días en la glamurosa y bella ilsla italiana de Capri. Y saben que me comí allí, un riquísimo helado de chumbo que me supo a gloria. Sabor a abuela, cuando los limpiaba con cariño, aquellos rojos y anaranjados, un verdadero placer para los sentidos.
La chumbera o palera (Opuntia maxima) se trajo a Europa procedente de América del sur, especialmente del norte de México, en los galeones españoles tras el descubrimiento, para el cultivo de la cochinilla, de la cual se extrae el carmín. Aún se sigue cultivando a pesar de la competencia de los sintéticos. Últimamente ha recobrado importancia al descubrirse que los colorantes artificiales pueden contener agentes cancerígenos; su tinte, al no ser tóxico, se usa en la industria como colorante (E-120) de una gran variedad de productos: cosmética, alimentación, textiles, farmacéuticos, vinos, etc. Proporcionando una gran variedad de colores: violeta, naranja, rojo, gris, negro. En Canarias se cultiva sobre todo en Guatiza y Mala.
Se han diferenciado dos tipos de cochinillas. La fina o cultivada y la silvestre o corriente. Ambas parasitan en la Opuntia (Chumbera). La silvestre, debido a la baja concentración y calidad del colorante, se utiliza esporádicamente. En la península, mientras se explotaba, se mantenía el control de la "plaga" cultivando las cochinillas con nuevas plantas. Desde que dejó de ser un cultivo rentable se abandonó ese control. Este abandono generó, como era de esperar, el problema que ahora nos preocupa: una plaga que se extiende de forma alarmante por diversas zonas, especialmente de la costa de Málaga, Almería y Murcia, donde abundan y donde se han convertido con los años en un elemento importante del paisaje y de la gastronomía.
Es muy triste ver el efecto que este diminuto insecto (Dactylopius opuntiae) está causando en esta emblemática planta. La planta va cubriéndose de manchas blancas (colonias de parásitos) que poco a poco la van marchitando hasta morir, con el permiso de las autoridades que no toman ninguna medida para evitar que la plaga siga devorando nuestra flora autóctona.
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